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sábado, 23 de septiembre de 2023

Distancia

 No estaba lejos mi piel de tu piel.

Extendido entre los dos,
un aire infinito
jugaba con el tiempo.

Y el tiempo se hizo viento.
Desarbolado espacio...

Extraviado.
Perdido.
Ebrio de tus ojos
verdes,
inmensos,
que dan luz
a la vida
y a los cuerpos.

Seré aire,
seré viento.

Por estar cerca...
Infinito seré,
seré tu tiempo.

 

Siempre estás en las nubes (me decían)

Recuerdo aquella noche frente al mar,
tú me preguntabas el nombre de una estrella, 
yo bautizaba el firmamento para ti. 
Nos movíamos al par con los planetas,
temblaba la tierra a nuestros pies. 

Pero el cielo ya sembraba sombras.
Pasaron varias lunas.
Pasó una tormenta por el sol.
El mar se retiró de nuestra orilla.
Sopló un viento blanco, frío, por el norte,
no nos refugiamos en el sur.

El cielo hoy está apagado.
¿Dónde fue el calor de otras mañanas?
Ya Venus no se asoma con su luz.
—No abraces nubes —me avisaron...

Y ahora aquí estoy: recogiendo sombras,
esparciendo lluvias...

Y pasa una estrella encerrada en una gota...

Compro una nube (anuncio)

 Agua,

necesito agua:

hay sequía.

Las amapolas no tienen

color rojo,

el río de mi pueblo

ya no es río

y yo lloro

al ver los campos yermos

sin sus frutos.

“COMPRO UNA NUBE”

una de esas que pasan 

por lo alto

cargadas de agua,

no importa su denominación 

de origen;

la quiero grande, 

mejor sin luces y ruido.

Ofrezco un cielo limpio

paisaje con montañas

y un pantano

donde pasar la primavera.

Pagaré con parte de la próxima cosecha.


martes, 19 de septiembre de 2023

Su abuela siempre

         Siempre le regalaba juguetes rotos de niños ricos. Su abuela siempre los recogía en casas de gente rica, donde limpiaba. Así, a Javier el mundo siempre le pareció algo imperfecto. La vida era un enorme puzzle incompleto: siempre faltaban piezas. Debía existir un mundo paralelo, completo, perfecto, no sabía donde.

Con su primer sueldo se compró un avión por piezas, para construir. Le llevó tiempo, con enorme paciencia, pieza a pieza; ¡no faltaba ninguna! 

Una vez terminado montó a su abuela en el avión; había que verla con su pañoleta en la cabeza y sus manos agarrando el bolso sobre el regazo. Javier puso en marcha los motores, despegaron y se fueron volando a través de un cielo completamente azul.


martes, 12 de septiembre de 2023

Calle de París, día lluvioso (Comentario a un cuadro de Gustavo Caillebote).

 Imagínate una calle de París, tiempo de lluvia. Finales del siglo XIX, el amplio espacio de una plaza; luz de atardecer, gris apagada. Modernos edificios elevan su poderío por el fondo; entre ellos se pierden, como hormigas, pequeñas figuras borrosas. 


Movimiento de gente paseando; muchos paraguas negros, abiertos, grandes como cúpulas de catedrales. Por el suelo resuenan zapatos salpicando sus voces sobre el empedrado. Las mujeres levantan el vuelo del vestido, levitando. Huele a nostalgia otoñal, húmeda y limpia. 


Fíjate en ese hombre (a la izquierda) sin paraguas, cruzando la plaza precavido ante los charcos, sus pies dibujan un torpe paso de baile. Y ese otro, en el centro, cabizbajo, su mano en el bolsillo, quizá rumiando problemas que dejó en el trabajo. Una farola verde aporta algo de color a la escena.


Pasan dos carruajes, repican los cascos, un caballo resopla sacudiendo el agua que empapa sus crines; se escucha el chirrido de las ruedas al girar la calle, el grito agudo del cochero, la urgencia del trabajo.


¿Qué mira esa pareja aquí delante? Caminan del brazo con la seguridad de la gente acomodada, elegantes; ella con ropa a la moda, pañuelo verde asomando por el cuello, perla que da brillo a su oreja y una raya de fuego en sus labios que esbozan leve sonrisa; él se mueve circunspecto, señor de la acera, con su gabán, chaleco, pajarita, sombrero de copa; sus largos bigotes no permiten saber si sonríe. La figura recortada de un hombre se cruza con ellos; torciendo el paraguas irrumpe con fuerza desde fuera del marco.


Como una foto. En París, la ciudad de la luz, la lluvia ilumina la vida.


sábado, 9 de septiembre de 2023

Sísifo cargando su basura*

 Sísifo baja la basura,

ya son las doce de la noche

nadie en la calle, algún coche;

así es la vida, nada dura.

 

(Vestido con pijama y zapatillas,

un vecino le observa a hurtadillas).

 

Plástico, latas variadas,

restos orgánicos, botellas; 

rastros que muestran nuestras huellas.

Todo va en bolsas adecuadas.

 

(Pizzas, conservas y precocinados:

a cocinar no le ayudan los hados).

 

Desechos, sobras, desperdicios

son todo aquello sin oficio,

y como el sino de su roca

 

arroja tantos malos vicios,

pero el destino los convoca:

las bolsas vuelven a su inicio.

….               

*Soneto de versos eneasílabos con infiltraciones.

Presencia

 Fue aquella tarde

en la casa de la playa. 

Un café, el ruido del mar.

Sobremesa tras una agradable comida de amigos.

Conversación animada: el calor, la falta de sabor de los tomates,

algún proyecto de viaje...

La ventana dejaba pasar el aire cálido de agosto.

Carlos sacó el tema de la muerte 

—el vino y las copas siempre le ponen filosófico—

ese día le dio por Epicuro y repetía con énfasis:

“es que cuando la muerte está presente, ya no somos nosotros”,

… nadie le hacía mucho caso.

De repente,

como se presenta el frío 

en un día de otoño,

mi madre apareció en la entrada:

era ella, como recién llegada de la calle, 

con su peinado de peluquería 

y su antiguo traje de chaqueta

inapropiado para un día de verano;

toda la tristeza 

que cabe en el mar llenaba sus ojos.

Solo yo la vi.

Como vi

su mirada de madre:

prendida,

perdida

en aquellos cajones llenos 

de su ropa imposible. 

Cuando yo nací ya había muerto

(la niña)

dejando un vacío de nubes. 

Cuando abrí los ojos

Carlos hablaba de fútbol;

nadie,

no había nadie en la puerta.

 

 Alguien se esconde 

como un pájaro herido 

dentro de mí


  Cuando estas solo donde nadie te hiere  buscas la herida