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lunes, 13 de mayo de 2024

¿Por qué no hay sitio para los mirlos?

 Pan con aceite

y un café.

El campo frío, todavía.


La luz va desplegando

el calor de su mirada.

Aquí huele a hogar y pan caliente.


Allí irrumpen dos urracas,

se rompe el campo:

graznidos, picos, alas

espantan a los mirlos.


Queda un vacío en el jardín

perdido el techo,

Y el café siente frío.

domingo, 12 de mayo de 2024

Cosas antiguas

 Perséfone


La niña desapareció 

en una grieta.

No hay noticias.

Yo no hice nada.

Me llamaba la atención

la posibilidad de los colores, 

también el aire y el envolvente sonido

de lo nuevo. 

La vi sonriendo

antes de irse;

sabia, quizás.


Buscaron debajo de las nubes.


Todos los ojos vueltos 

hacia mi carne, casi nacido,

nacido.

Pretendieron convertirme en sirena.

¿Y qué hubiera podido hacer?



Eurídice


La segunda vez cometí el error

de mirar hacia atrás. 

Volví a perderla;

esa manía mía de mirar

rebuscando en el pasado.

Así seguí, así, solo.


Perséfone


Era posible un intercambio;

pero eso no era posible.

El acuerdo fue estar vivo 

y muerto 

al mismo tiempo.

Dormir y despertar,

pensé.

Acepté comer granadas

y vivir a ratos.


No sé si funcionó.


viernes, 10 de mayo de 2024

Retorno

 Volvía con barro en la mirada,

con los pulmones apagados,

con la palabra guardada en la maleta.


El viaje se inicia

en la vieja estación, siempre.

El destino del tren lo saben los letreros

y el jefe de estación que baja la bandera;

el destino del tren lo anuncia

el altavoz que suena entre la niebla.

Alguien lanzó los dados.


Lento rumor de los inicios,

envuelto en papel film

en mi asiento ventanilla.

Sobre la cabeza la maleta;

yo no hice el equipaje,

el caballo de cartón

quedó en la casa.


Contemplo la forma

que adquiere el extrarradio:

la ropa tendida,

su tristeza 

asomando a las ventanas.

Las llanuras que avanzan 

golpeándome los ojos,

golpeándome;

los túneles oscuros

con su sordo horizonte.


Y no soy dónde voy.

Pasan estaciones, veo 

el otoño caído de las ramas,

el vacío en las hojas de una encina.

Ajeno al frío, el equipaje 

va formando la palabra.


El tren 

y el aullido que marca 

la distancia, el hielo, 

el ángulo convexo,

el calor del sueño bajo la manta.

Todo era.


Vuelvo con barro en la mirada,

con los pulmones apagados,

con la palabra guardada en la maleta.


¿Por qué no hay sitio para los mirlos?

  Pan con aceite y un café. El campo frío, todavía. La luz va desplegando el calor de su mirada. Aquí huele a hogar y pan caliente. Allí irr...