Las paredes se llenaban
de escarcha,
temblaba el pasillo.
Yo no sé si estabas presente
o, dudando en seguir adelante,
eras solo un vacío del tiempo.
Había tantos trozos ausentes:
dos o tres muelas,
el pulmón izquierdo, la vesícula biliar.
Rebotaban palabras con sonido afilado
atravesando la puerta.
Abriste la ventana para que volasen afuera,
pero se agarraban a la lámpara encendida;
se agarraban a la lámpara
y al libro
—El oficio de vivir o Mientras agonizo—
que esperaba tendido
y entre sus letras criaban erizos.
Apagaste la luz,
hizo clic la conexión entre oído y cerebro.
Y, de repente,
una nube pasó atravesando el pasillo;
escenario: la mesa camilla,
las olas agitaban el plato de sopa,
la sangre quería salir de la mano.
Al final habló quien callaba.
Cayó el telón (justo a tiempo).