Desde un agujero negro,
color de
trombón desafinado,
mirabas al cielo.
Era de día.
Podría ser el inicio de un final.
Te deslizabas en aquel remolino
como en una lavadora cósmica
buscando un desagüe;
no sabías que esperaba al otro lado
(todo sonaba como una canción
cantada al revés, desmenuzadas sus letras).
Oscura, del coche se abrió la puerta:
todo cayó en la noche.
Era un viaje (la vida, quizás),
había otro lado en espera
con una luz
encendida…
no lo sabías.