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sábado, 9 de septiembre de 2023

Presencia

 Fue aquella tarde

en la casa de la playa. 

Un café, el ruido del mar.

Sobremesa tras una agradable comida de amigos.

Conversación animada: el calor, la falta de sabor de los tomates,

algún proyecto de viaje...

La ventana dejaba pasar el aire cálido de agosto.

Carlos sacó el tema de la muerte 

—el vino y las copas siempre le ponen filosófico—

ese día le dio por Epicuro y repetía con énfasis:

“es que cuando la muerte está presente, ya no somos nosotros”,

… nadie le hacía mucho caso.

De repente,

como se presenta el frío 

en un día de otoño,

mi madre apareció en la entrada:

era ella, como recién llegada de la calle, 

con su peinado de peluquería 

y su antiguo traje de chaqueta

inapropiado para un día de verano;

toda la tristeza 

que cabe en el mar llenaba sus ojos.

Solo yo la vi.

Como vi

su mirada de madre:

prendida,

perdida

en aquellos cajones llenos 

de su ropa imposible. 

Cuando yo nací ya había muerto

(la niña)

dejando un vacío de nubes. 

Cuando abrí los ojos

Carlos hablaba de fútbol;

nadie,

no había nadie en la puerta.

 

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