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domingo, 13 de febrero de 2022

Dichoso el árbol

“Dichoso el árbol que es apenas sensitivo…”

Rubén Darío 


De mañana,

cuando la niebla toma

la forma de un pensamiento,

contemplo el árbol —asomado a la ventana—.

Ahí está, siempre en su sitio;

ayer desnudo, hoy ya inicia su verdeo.


No sé su nombre y no me lo reprocha.

Sus brazos llenos de vida girando 

en piruetas extrañas. Los jilgueros 

que descansan en lo alto

le entretienen con sus voces.


Es feliz —no leyó libros de autoayuda—.

Le hablo, sonríe moviendo sus ramas

y a veces parece decir algo,

pero ya sé que no quiere enredarse 

con palabras. (Hace bien, empiezas 

con la a y acabas de poeta, arrastrando

nubes con el lápiz).


Morir y renacer, siempre latiéndole la vida.

Sin ir a la oficina, sin duelos ni quebrantos.

No se queja del frío, no se quema con el sol;

se dobla, tranquilo, con el viento, 

abiertos sus ojos a la lluvia. Cada año 

las raíces más firmes, la copa más alta.


Va apareciendo la luz entre la niebla.

Cierro la ventana, recupero el pensamiento.

Dichoso el árbol, decía el poeta.

 

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