Siempre apareces perdida detrás de una montaña.
Miro a lo alto… asciendo agarrándome a las rocas,
dejo el frío del invierno junto al mar.
Te busco en las alturas, cerca del sol,
al que ocultas con tu luz.
Tu cuerpo encolinado me empuja a subir,
siempre subir.
Buen reclamo el crujir dulce de las ramas.
Tú, tan etérea, te ocultas tras las nubes.
Y a veces llueve y es la tristeza que cae a manotazos.
Pero yo asciendo, asciendo a trompicones.
Y a veces eres luna en el insomnio de la noche
ofreciendo espuma en sus volcanes.
A veces avecilla que vuela por el aire
perfumando mi espacio de locura.
Otras veces, cuando llego, tú has bajado a ver el mar
y yo miro desde lejos mecerse las olas blancas.
¡Quién supiera volar!
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