No es el mar
el que destruye los castillos
en la arena.
Piensa en el peso
de las sombrías
profecías; huecos
agoreros de penumbras
disfrazados de brisas
con salitre. Esas pálidas
gaviotas que agitan
sin cesar
sus alas negras
y ríen con graznidos
y rompen la inocencia
de las nubes.
No, no es el mar
el que destruye los castillos
en la arena.
Recuerda aquellas sonrisas
perdidas en la infancia,
y los miedos...
a lo alto y lo profundo,
al horizonte y las mareas.
Los ojos apagados que
culpan
de la noche a las estrellas.
No, no es el mar...
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