“Hay un dolor—tan poderoso—
Que toda substancia devora—
Después cubre el Abismo de Trance—
Para que la Memoria pueda
Rodearlo—cruzarlo—escalarlo—“
Emily Dickinson
La memoria sabe rodear
los precipicios,
conoce el dolor de la caída,
el sonido del hueso cuando cruje,
el tiempo que queda retenido
en las pestañas.
La memoria arroja tinta negra
por los bordes de la herida,
agujero que engulle los recuerdos.
Achica relatos y llena el espacio
de viejas leyendas, frágiles cuerdas
que sujetan la cordura.
Si el tiempo es húmedo y frío,
asoma un dolor en el costado,
una página arrancada de tu historia,
gusano malicioso royéndote
los huesos en silencio.
Caminas inseguro, hay un vacío;
rellenas los huecos con palabras,
abismo donde guardas, descosidos,
despojos de tu vida.
Al final, la memoria es un Ikea
con muebles del barroco;
piezas sueltas para armar
sin instrucciones de montaje.
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