El otoño trae extraños dolores
por el cuerpo.
Se te cruza un te quiero,
—olvidado en un bolsillo—
por el costado...
y arañas el tiempo
y el recuerdo
y no tiene remedio.
Son las tres y treinta de la mañana
y pasa por tu sueño una
mano perdida...
y te despiertas
y sacas tu mano de la manta
y no llega al pasado
tan lejos
tan cansados tus dedos.
Atardece, un niño aparece
en tu pupila, en blanco y negro...
y una lágrima no calma su tristeza
y lloras
y no hay color.
En tu sueño han perdido su nombre
los recuerdos. Quedan ecos
de manzanas, y un gusano que asoma
su cabeza...
y te sonríe.
El otoño trae extraños dolores por el alma.
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