Una figura en el centro del puente
frágil cristal en un árbol de otoño,
solitaria se rompe su boca
abierta en un grito inaudible.
Su rostro se pierde en la nada
como el sol oscurece el futuro.
La paleta esta llena de extraños colores,
sobre un fiordo el mar se despeña.
Paseantes mantienen los pasos
sin mirar el dolor que atraviesa su cuerpo,
las líneas perdiendo sentido hundidas
con sordo ruido entre sangre y vacío.
Abierta una brecha inestable:
mis ojos cargados de angustia
se aferran a la barandilla.
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