En una noche oscura,
quizá por la madrugada,
desde lo alto de unos brazos
se mascaba despedida.
Detrás se apagaba la noche;
delante, una luz apagada.
Mis ojos guardaban tus lágrimas
cóncavas.
Tu llanto reflejaba un tren
sin vagones.
El pasado se echó a caminar
con suelo de alambre.
(Oscuridad pasmada;
como late un corazón
sin sangre).
Nadie escribió el relato.
Todos callaban.
Tú carecías del pincel
con el que se pintan los duelos.
Yo no sabía lo que era la muerte.
De golpe,
como cae una persiana rota:
la oscuridad anidó en el espacio
que debían llenar las palabras.
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