Aquellos cajones
llenos de su ropa
imposible.
Y tu mirada de madre,
prendida,
perdida,
más allá del acá.
Y mi mirada de niño,
analfabeta,
atrapada en el aire
que flotaba en silencio.
Trazaron destino, los ojos.
Cada vez soy menos poeta : a mis casi setenta sigo vivo, casi, a mis setenta. ¿Seré un poeta de tres al cuarto contratado por rimas y sonet...
No hay comentarios:
Publicar un comentario