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martes, 15 de marzo de 2022

Reencuentro interior

 Te marchaste… ¿o fue una caída?


Sonaba a lo lejos el sonido de una voz

infantil —casi callada— interpelando al silencio.

Un desierto se extendía en los ojos, vacíos.

Desencuadernado el tiempo: ¡tantas hojas

quedaron en el suelo! El viento, el viento.


¿Te marchaste porque te caiste?


El sol ya había cruzado el mediodía.

Quedaban restos, huellas;

una espesa niebla ocultaba el horizonte.

¿Dónde estabas? ¿Quién ocupaba tu cuerpo?


Quizá tu marcha provocó la caída.


Errante, como todos los mortales,

partiste en dos viajes; o mejor:

te partiste en dos viajeros.

Uno de los dos no tenía palabras, 

el otro no tenía voz.


No tengo noción de cuanto tiempo pasó.

Años, quizá siglos, tal vez un segundo;

igual que un sueño del que despiertas

con dudas: ¿dónde? ¿cuándo?

Tal vez una vida, flotando entre ondas y sombras.


¿En que lugar se produjo el reencuentro?

Al principio cruzaron miradas extrañas.

El silencio recuperó la palabra.

Poco a poco la voz fue encajando

en el sonido, como un pájaro hace suyo 

el árbol donde anida.


(Porque olvidas puedes vivir;

porque has vivido puedes olvidar).


Despiertan sombras

tras un invierno frío

buscando luz.


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