“Los rusos saben lo que es un ángulo recto, pero no saben hacerlo”
Herta Müller
Entre la negra boca de la noche
y el precipicio del alba inacabable,
discurrían, agitadas, las horas del delirio.
Sueños de azabache
paseaban la madrugada.
Mi mente, despierta,
contemplaba en la pared
una sucesión de ángulos rectos.
El ángulo recto tiene 90 grados,
no todo el mundo lo sabe.
Hay quien sabe que el ángulo recto
tiene 90 grados, pero no consigue
dibujarlo. Hay quien dibuja un ángulo
recto y no sabe cuántos grados tiene.
Aquella noche, el viento dibujaba ángulos rectos;
yo buscaba una suave oscilación,
una pequeña almohada en el camino;
el destino: apoyar la cabeza.
El viento, bofetada inútil,
me empujó hacia la cuneta,
junto a ortigas, alguna amapola
y un borracho dormido que roncaba
los grados ingeridos.
Volaban pájaros inasibles.
Me desperté...
buscaba, tan solo, una almohada
en el camino.
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