No sé que allá me dicta la conciencia:
en el cerebro un pájaro escondido,
su pico sin parar, lento sonido,
antigua matraquilla sin clemencia.
El pasado repite su presencia,
vuelven vientos de un tiempo ya caído.
Siempre esa voz, ¿qué Dios la ha permitido?,
con machacona y dura competencia.
Un intenso lamento me perfora
no puedo soportar esta congoja,
!cuánto sufrir me apena hora tras hora¡
Tanto tormento que en mi mente aflora:
siempre esa voz, que sobre mí se arroja;
siempre esa voz, que mi salud devora.
No hay comentarios:
Publicar un comentario