Sin ojos nació la mañana,
casi sin oídos.
Descienden tiempos de nada
por la espalda gris del cielo
y el paisaje se pinta de los colores
oscuros de un cuadro de Mark Rothko.
Te escondes en el hondo verde negro
(¿borrar los límites?, ¿buscar?)
pensando que el silencio guarda
un trozo de esperanza.
Detrás hay luz, crees,
pero cuesta atreverse a buscarla.
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