Te visita un dolor desde hace días:
desconocida su huella, nuevo y lento.
De tu cuerpo quiere formar parte;
se vuelve espacio, ocupa el tiempo.
Entre la nada y el mañana se hace piedra.
Se arrastra entretejida la esperanza
en la culebrilla de angustia de tu vida
que duerme agazapada entre los dedos.
No sabes si duele un hueso o es el alma,
y la noche gana espacio en los relojes.
Nunca eres tan consciente de la luz
como en el crepúsculo, cuando su brillo
se despliega horizontal en el silencio.
La tierra, el cielo y tus ojos se iluminan.
Nunca la noche tan cerca con su oficio.
Pasea un gorrión por el jardín,
una brizna de hierba trae su pico.
“Cuanto vive un gorrión”, tecleas:
tres años…
y…
sus alas se convierten en poema.
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