Un camello, un delfín, un cocodrilo,
pasean sonrosados por encima
de los pinos.
En retazos se van deshaciendo en el espacio.
Queda un cielo gris violeta, casi negro.
Anochece,
(cada día el sol más perezoso).
Sombras como nubes he formado
a lo largo de la vida, sombras
que se fueron quedando
en el camino, quemadas
por los sueños del verano,
dormidas en las hojas del otoño.
Hoy miro las nubes, sus mensajes
—paraedolias que mi mente ha construido—,
el amparo que me prestan,
generosas; mis ojos, mis humores
protegidos.
En ellas cuelgo los pesares,
paragüero de lágrimas furtivas.
Por el oeste llegará, sin prisa,
un cirro blanco en forma de escalera.
Ese día…, ese día recogeré de la tierra
las sombras de mis pasos y me iré
donde las nubes pasean sonrosadas
(con el camello y el delfín)… un día…
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