Había demasiada luz
aquella mañana,
demasiada luz
para mis ojos.
Dolía tanto blanco
en el espacio, finas
flechas de hielo
sin arquero.
Detrás de la retina
se escondían las sombras
de la noche: nada duele
más que la verdad.
(Solo me fue posible cerrarlos,
como un crepúsculo al alba
y mirar al horizonte).
No hay comentarios:
Publicar un comentario