Sé que no volverás,
yo te inventé,
aprendiz de demiurgo
me creía.
Sin embargo,
te veo tan real
como un recuerdo.
No sé tu nombre,
la vida disuelve la memoria.
Me guiaste, Ariadna de promesas,
por laberintos donde
no había salida.
Tu mirada me rompía
en mil pedazos
y volvías a construirme
más entero, como ángel
que se ve Dios algún día.
Con el aire jugabas a la magia,
de lo transparente sacabas universos.
El Olimpo habitábamos los dos.
Zarpó un barco una mañana
y tú no estabas.
Sé que no volverás,
eres un sueño.
Sé que hubo un tiempo
en que eras tan real
que en solo un sueño
no se puede albergar
tanta fortuna.
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lunes, 18 de mayo de 2020
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