“ Mañana morirá otro loco:
De la sangre de sus ojos nadie sino la tumba
Sabrá mañana nada”
Leopoldo María Panero
No sé si eran
las mil puertas
cerradas con mil candados,
el declinar de la luz
o el declinar del mármol desprendiéndose
del color al doblar cada pasillo.
No sé si era
la estrechez de inacabables corredores,
el crujir de la madera o los pasos sin destino.
(La mirada cansada).
No sé si era
la repetida monotonía del vacío en el espacio,
su abismal soledad
al asomarse a los espacios fríos
como el invierno en los pozos profundos.
(La mirada cansada).
No sé si era
la frialdad de los cuchillos que cortan los espejos,
la soledad vertical de las estatuas;
melancolías de las esquinas sin espera
donde vagan por oscuros pasadizos
sueños torcidos en volutas.
(La mirada cansada).
Y el olor a muerte, anónima, invisible,
olor de cuerpos cubiertos con ropas gastadas.
En la puerta quedaron colgados sus nombres,
historias perdidas.
Corre un profundo silencio amarillo
de río sin agua,
nadie escucha sus sonidos; se oyen voces.
Pasan semanas sin días, horas desiertas.
(La mirada cansada).
No sé…
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