El viento no tiene labios.
El viento no tiene manos.
El viento no puede abrazar.
El viento no sabe el sabor de un beso.
Celoso de los amantes,
deseando desear,
abre puertas y ventanas;
agarrado a las cortinas
ve dos cuerpos ensamblados
como un mar en la tormenta,
rumores de flor y rayos,
fuego quemando las olas,
guerra sin bandera blanca.
El viento no tiene piel,
no hay palabras en su voz,
no hay espacio en su silencio.
¿Sabe el viento que el deseo
pasea por el alambre
entre la vida y la muerte?
Ajenos siguen los cuerpos
—cautivadoras tinieblas—.
Fuera sigue la rutina
con su azul y su amarillo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario