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miércoles, 2 de diciembre de 2020

Bilis negra (Melancolía)

 “Tanto la he llamado, tanto

he suplicado su asistencia,

que ahora,

cuando apenas tengo ya voz para llamarla 

casi lo que más temo es que al fin venga. 

No me vuelva a dar la vida”.

                  Ángel González 



Surge de lo más frío de la noche 

pintando con hielo las paredes.

La vida, en tinieblas, se deshace.

Habitación desolada y sin aire,

Saturno paseando por la casa.


Como un lento gusano, del paisaje

 se adueña lo oscuro.

Caen las sombras sobre sombras, 

sobre sombras. 

Impotencia de tus ojos, apagados.


No te visita el alba, no hay colores.

La luz, vencida, se marcha en nubes 

de azufre y fuego, por el cielo.

Muere la esperanza, agarrada, 

a la silla, al olor de la casa,

algún sonido; inútil su camino.


Soledad inmensa, dolorosa, el roce 

de otra piel produce heridas.

No hay bosques animados 

en las lindes. Todo baldío y yermo.

Todo vacío.


Vacío que destila desaliento.

Más allá del abandono y del silencio 

se hace real lo que no es nada.

Regresan las piedras del pasado,

tortura que atormenta tus ideas.


Tormenta en desorden, angustiosa.

Las noches son un potro de tortura.

Campo de minas es cada segundo.

Tiemblan tus pies cargados de cansancio.


Encanece la piel, lenta, desabrida.

No hay frío ni calor en tus sentidos.

Se cae el pan, amargo, de tu boca.

Muere el mar, cesa el deseo.


Tu cuerpo es solo sombra, 

sombra de sombra, solo sombra; 

y, sin embargo, duele su quejido.

La muerte se refleja en el espejo.


Duele el papel, roto en pedazos; 

duele la nada. Desvanece la voz, 

ya no hay futuro. Cerrada la puerta, 

queda el frío.


Asusta el sonido de las aves 

con sus presagios cayendo 

de las alas. En cada árbol 

está escrito tu destino.


No hay tregua en esta guerra;

borrado el campo de batalla

(negra bilis ocupa el horizonte)

tan solo imaginas y ansías 

la derrota.


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