Encerrados en prosaico
presente un quieto abandono
nos rodea, la prisa de los días
se detuvo: angostas orillas
de la vida.
El horizonte se abrió
con una grieta, tembló el mar
con febril escalofrío, llegaron
las olas a las playas,
marcharon arena y esperanzas.
No se mueve la luz
por el paisaje, no sonríen
los parques por la tarde,
en la luna resuenan
las campanas.
Primavera marca el calendario;
¡que se aparten!, las amapolas
reclaman a las sombras,
es su sitio, y así teñir
de colores las pupilas.
Un sol, compasivo,
despliega su ternura,
respira el aire, repara
la grieta el horizonte.
Vuelven los delfines
a Venecia llamando
a la vida en los canales.
Hay olor a pan
por la mañana:
¡huele a casa!
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