El torno gira como un sol en torno al cual
se miran los planetas.
Hermano del bosque y de sus voces:
bidueiros, buxos, sabugueiros, freíxos,
carballos, abeleiras, raíces que buscan un sentido
bajo el soplo del espíritu del monte.
Igual que el viento —cuenta la leyenda—
fecunda las yeguas del Aloia,
tus manos le dan vida a la materia;
quisiera Dios tener tanta maestría.
No hay algoritmo que gane a tu mirada.
Envolviendo el alma en sus anillos
vas abriendo la memoria de la rama,
tus dedos, bailando, encauzan su fortuna
prestando voz a la madera, juego y sentido.
Todo un cuerpo volcado en el misterio:
el árbol en su danza, tierra y fuego.
Cucharas, tenedores, molinillos,
platos para el pulpo, cascanueces,
peonzas, cuencos o muñecos:
haces magia, los huecos y figuras
adquieren su función en cada casa.
Mano y árbol se funden en común trabajo
dando forma a la belleza.
El ojo penetra la madera, traza camino,
consigue que lo inerte se haga vida.
Alma, ojo y mano
hacen del árbol un poema.
No hay comentarios:
Publicar un comentario