Sonaba el amarillo de la tarde.
Iluminada,
tu piel morena tendida
sobre una mecedora roja,
la línea del mar por la ventana
con ese aire que huele a sal y calor;
yo te dibujaba buscando asir el movimiento,
una vela blanca trazaba las olas
contemplando al amarillo fundirse con la sal.
Cuánto color atesora una tarde de verano.
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