No vine para ser traje de domingo
esperando sentado en un perchero.
Vine para crear un universo:
planetas, estrellas, una vida.
¿Acaso una vida no lo es todo?
El destino se construye piedra a piedra,
y se derrumba. Dispersos sus cimientos:
rocas, zapatos, sueños rotos.
Y de nuevo levanta con esfuerzo:
huesos, caminos, ideales.
Un río otra vez con agua limpia.
Ya no imagino a Sísifo dichoso:
sé que pesa la piedra de la vida.
Duele el sol, duele el camino;
no olvido su final en una orilla.
Camino, vestido con ropa de faena,
mientras haya luz y firmamento,
y algún árbol con su sombra generosa
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