Habita el dolor las noches de la mente,
desde el fondo del sueño caminan
todas las calles de tu vida,
y a una pena antigua sacas brillo.
La herida abierta, rojo el filo
—al puñal el futuro no le importa—.
Dice el verso que precede al desaliento:
quizás el dolor es estar vivo.
Sabes que el fuego y las cenizas,
como el vuelo y el reposo,
son amigos, y detrás de los espejos
el revés es quien habita.
En tregua con la vida, ojos
abiertos, no te rindes al último
suspiro. Curadas las heridas,
al sol de la mañana oreas el dolor.
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