Pedro Salinas
“Aprender a callar es también el oficio
del que busca en los bosques las voces más precisas”
Fernando Valverde
Un poema siempre es imperfecto.
Calla todo lo que hay que decir.
Silencios de metal y nácar traen
aromas de pinos y de mar.
Hubo un tiempo de pétalos y fuego,
sus rescoldos guardados en un punto,
probablemente aparte y doble espacio.
¿Puede una imagen describir el frío?
Aprendizaje de pronombres tapados
por el hielo…
Hasta que vuelve el mar y navegas
con velas desplegadas, párrafos
enormes, sin puntuar, a la deriva.
Algún signo de admiración
entre paréntesis; y de repente
el viento se detiene (¿hay un final?).
Entre comas y signos de interrogación
siguen los versos. Sonidos que salen
de rostros de estatuas caídas; sonrisas
dormidas roban el aire y la cadencia,
solo una hipérbole te puede salvar.
Algún día aprenderás: “no hay verso libre”.
¿Qué alfabeto puede dibujar el alma?
Tiemblan tus manos; las estrofas, cuando
escribes las letras, oscurecen su dicción.
Y las palabras se rompen como gotas
en el agua, cuando miras a lo lejos.
La palabra descompuesta en sus acentos.
No hay adjetivo sin color,
pero el mundo está hecho en blanco y negro.
Buscar voces es extraño; voces que hablan
incluso de la nada y pretenden
ser precisas.
Imperfecto,
un poeta
solo dice lo que hay que callar…
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