Llueve.
Este silencio que me abraza,
grisalla que asciende desde el mar,
no se da prisa; sin ruido innecesario
extiende sus brazos por la casa.
Llueve.
Retazos de niebla “que vienen
y van”.
Las horas pasan y giran, raíces
que ahondan en la tierra.
Llueve.
Lo agradece el limonero, y algún
recuerdo que se limpia con el agua.
Llueve.
Por el mar despierta un claro;
entra la luz, cabalga el viento,
jugando con las gotas en el aire.
Llueve
Lento, el adagio se disuelve.
La lluvia, cumplida su tarea,
se retira.
Deja un silencio iluminado.
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