Conozco las noches
de calles estrechas
y estrellas lejanas.
Desde los tejados
náufragos descienden
de barcos varados
sus rostros quemados
por sol y salitre,
el mar a lo lejos.
En el bar del puerto
Antígona airada
se enfrenta a Creonte,
se oyen sus voces
por toda la calle
y un coro de ancianos
señala el futuro,
presagios confusos.
Conozco las mañanas,
su luz engañosa
reflejada en charcos
de calles manchadas.
Doblando una esquina
un guiño del sol
descubre, admirado,
colores del alba.
Decía el poeta:
también en la altura
se puede caer.
Conozco los sueños,
sus puertas que llevan
a signos sin habla.
Ángeles transitan con
caras de antaño.
Sonríe la muerte
colgada en la luna,
huyen las palabras.
Mis ojos errantes
exploran los bordes
de sueños cerrados.
Distante del mundo
entre días y sueños
me sigo buscando.
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